Nacer humano y quedar prendido en un
punto de la eternidad.
Perderse en los límites del cuerpo para ganar
un tiempo imposible que nos deleita y nos vuelve cósmicos.
Esa es la
vida.
(Ésa que no tiene nombre en las religiones).
Pero aquí y ahora
el milagro.
Con la sangre golpeando el filo de los dientes, frágil y esplendente como la flor de la acacia.
La sombra del cuerpo hendiendo la
luz, para verificar que estás ahí, que no eres un delirio del
universo y que hubo un antes y habrá un después.
Y en el centro, intemporal, materia palpitante, tú.
Pasado y
futuro se diluyen tragados por un hálito presente que se expande y se
expande hasta llenarlo todo.
Hay un ahora que es tuyo. Tuyo ese ahora
que se derrama en tiempo.
Lo demás es nada, el vacío. Ni siquiera
hay dibujo que le preste forma alguna. Todas quedaron aquí,
multiplicadas hasta el infinito.
Una torre de sumas componen tu
geometría y cada ángulo te pertenece de principio a fin.
Humano de humanos hecho, de presento eterno. De VIDA.